Si existen dos palabras para calificar en su conjunto al espectáculo ‘Cuerdas en el Aire’, que el grupo Alegransa acaba de estrenar en el Teatro Guiniguada, son intensidad e intimidad. La propuesta musical del septeto se presenta cohesionada alrededor de toda una dimensión de códigos estéticos y escénicos que acompañan el pulso de un concierto, que se desarrolla sin pausa y sin presentación alguna de los temas que integran el repertorio que van sonando de manera hilvanada en la casi hora y media que dura.
El espectáculo ‘Cuerdas en el Aire’ es un montaje íntimo dirigido escénicamente por Mario Vega, dotado de una intensidad dramática en muchas fases del mismo, así como de un rico lirismo sonoro con el que el público redescubre, desde otra perspectiva y dimensión, muchos de los ritmos tradicionales de la música canaria y de otras periferias con las que se encuentra emparentada culturalmente.
La maestría de los músicos de este nuevo septeto está fuera de toda duda y lo demuestran durante el estreno de ‘Cuerdas en el Aire’. No en vano la fuerza de este invento se sustenta en el prestigio del elenco musical que integra este septeto de alguna manera inclasificable. La polivalencia de Carlos Oramas es asombrosa; emplea toda una gama de instrumentos antiguos de cuerda sobre el escenario que otorgan a muchos de los temas del repertorio una peculiar sonoridad con acordes medidos y ejecutados con una limpieza magistral.
Qué decir de Domingo Rodríguez, nuestro Colorao… Los distintos timples que maneja parece que fueran una extensión más de sus manos robustas de majorero noble. Los acaricia en algunas ocasiones, les exige en otras, los furrunguea con brío para que se vayan de parranda, los somete a una extrema exigencia para que demuestren al respetable de qué son capaces con su diminuta cajita sonora…
También Víctor Batista es todo un feliz descubrimiento fuera del ámbito de Los Gofiones, grupo del que es director desde hace 17 años. Igualmente se nota su bagaje clásico en sus interpretaciones exquisitas con la guitarra. Con su voz, rica en matices y giros inesperados, acompaña conjuntándose en felices duetos con la otra solista de Alegransa, Esther Ovejero, que vuelve a exigirle a su garganta otra vuelta de tuerca en este nuevo proyecto de marcado acento popular. La vestimenta moderna que elige la cantante para engalanar la gran mayoría de temas del repertorio no deja indiferente; es atrevida vocalmente su propuesta, pero la resuelve con éxito y mucha solvencia porque siempre el público reconoce finalmente los ropajes íntimos de la folía o los aires de lima que suenan.
Jonathan Rodríguez emplea toda una gama de panderos y elementos de percusión de lo más variado, que igualmente otorgan al conjunto sonoro de Alegransa toda una delicada atmósfera atávica y ancestral. También el contrabajista Carlos Meneses se sale manejando el instrumento. Pulso preciso y velocidad de vértigo con sus dedos, al igual que delicadeza manejando el arco.
La joven lanzaroteña Marta Viera, que se consolidó como una de las actrices con más proyección y futuro de Canarias en la pasada producción de Unahoramenos, ‘El crimen de la perra Chona’, vuelve a demostrar con Alegransa que sus posibilidades y dotes interpretativas no conocen límites. Hilvana con sus emotivas apariciones sobre el escenario muchas fases del espectáculo. Es intensamente explosiva y dramática cuando el papel lo exige (en los romances desgarradores) y fresca y sensual cuando el texto lo sugiere, como en el romance del cura y la criada que abre el montaje ‘Cuerdas en el Aire’. Sus interpretaciones más feroces y afiladas dejan al público pegado a la butaca.
En definitiva, ‘Cuerdas en el Aire’ es folclore sin llegar a serlo, como es también música culta sin llegar a serlo. Es una rica y admirable amalgama de música que a todos nos han sonado en alguna ocasión, un eco entrañable en la memoria que concilia nuestro espíritu identitario, un compromiso vigoroso y evanescente para cercenar tensiones e iluminar las oscuras noches del alma.
Imágenes: Nacho González